Lecciones que deja la emergencia por el Covid-19
Guillermo Fournier Ramos (*)
La educación universitaria es uno de los motores del desarrollo para cualquier sociedad.
Los datos estadísticos de las mediciones económicas nos revelan que, a mayor escolaridad, mayores son las posibilidades de movilidad social.
Las mujeres y hombres que obtienen una licenciatura suelen tener mejores ingresos y calidad de vida en comparación con individuos que no lograron acceder a los estudios universitarios.
La formación educativa nos brinda las herramientas para resolver los retos propios del mundo profesional, pero también para ser capaces de desenvolvernos de mejor forma en el ámbito comunitario.
Como profesor, tengo claro que la universidad es un amplio foro donde se intercambian ideas, se genera conocimiento y se forja el carácter. Desde luego, el docente aprende tanto de sus alumnos como los estudiantes aprenden de los educadores.
Sin embargo, al ser la educación una cosa tan seria y determinante para el futuro de un país, son muchos los retos a que las universidades se enfrentan de la mano de la innovación y el compromiso basado en valores.
El aprendizaje debe ser dinámico, por lo que los modelos educativos se transforman a pasos acelerados, sobre todo en la era contemporánea fuertemente influenciada por la tecnología y las telecomunicaciones.
Si el fascinante mundo de la universidad ya es altamente complejo y demandante, la actual crisis de salud pública ha venido a poner a prueba la capacidad de adaptación y compromiso del personal docente y administrativo de las instituciones educativas, así como, por supuesto, de los alumnos y alumnas que se encuentran en proceso de formación académica.
El tamaño del reto ha sido mayúsculo, pues las medidas de aislamiento social, evidentemente, impiden la asistencia física al centro universitario, por lo que fue indispensable hacer uso de las alternativas tecnológicas que permiten la comunicación a distancia.
Aunque las plataformas digitales que facilitan las videoconferencias y el uso de dispositivos electrónicos para crear contenidos educativos no son algo nuevo, lo cierto es que para una gran población que no estaba familiarizada con ellos sí lo son.
La decisión de retomar el curso escolar en modalidad a distancia respondió al interés por evitar interrumpir el avance académico del alumnado.
En este sentido, es de reconocer la disposición de los colaboradores de las universidades por prepararse en tiempo récord para rediseñar los programas de las materias, con el objetivo de que éstas pudieran ser impartidas en línea o a través de recursos tecnológicos.
El esfuerzo es increíble. He observado de primera mano la creatividad y auténtica vocación de profesores dispuestos a crear contenidos de la más elevada calidad para asegurar la transmisión adecuada de los conocimientos a su grupo de estudiantes. ¿Cómo dar una clase de fotografía en línea? ¿Cuál es el método más efectivo para enseñar habilidades de oratoria a distancia?
Ahora bien, es innegable que los protagonistas de la educación universitaria son y deben ser siempre los alumnos. Ellos son quienes dedican largas horas a la lectura y al decidido estudio con el afán de asumir la responsabilidad de construir un mejor futuro. Son los que aceptan el reto de enamorarse de sus carreras conscientes de que la única manera de alcanzar el éxito es apasionándose por su profesión y dando todo de sí. El estudiante es quien da vida a la universidad; es su razón de ser y su fin último.
Efectivamente, han sido los alumnos y alumnas quienes con admirable sacrificio han hecho posible que la educación universitaria continúe en tiempos del Covid-19. Con valor se han sobrepuesto al natural miedo y ansiedad que suele acompañar a la incertidumbre.
A su vez, con disciplina han priorizado el aprendizaje sobre la tentación del ocio o la indiferencia. Igualmente, han demostrado un conmovedor sentido de gratitud hacia sus profesores, por el empeño que éstos ponen para seguir con el mismo entusiasmo en medio de la adversidad.
Con optimismo, me atrevo a decir que la contingencia que afrontamos nos ha enseñado a ser más solidarios, a valorar lo que tenemos y a comprender que solo juntos podremos construir un mejor porvenir. También tendremos la oportunidad de digerir algunas lecciones que nos dejará la sacudida monumental que ahora experimentamos.
Los principios y las ideas no desisten. Los valores y el carácter no desaparecen. La esperanza y las ganas por superarse tampoco se van. Educación es futuro y aun en tiempo de crisis, es necesario (quizá incluso más) pensar en trabajar por un mejor futuro.— Mérida, Yucatán.
fournier1993@hotmail.com
Licenciado en Derecho, maestro en Administración Pública
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